Dicen que cuando te haces padre vuelves a vivir
ciertas etapas de tu vida. Vuelves a ser estudiante, revives la emoción del
juego y las risas, vuelves a ser adolescente y así sucesivamente. Digamos que
eso y un poco más es lo que me sucede actualmente.
Hace dos años y cuatro meses que aterricé en
este país y más específicamente en la ciudad de Barcelona. A mi llegada, ni bombos ni platillos, nada de
pajarillos en la ventana de mi cuarto, ni amistosas sonrisas, ni nada de nada. ---Señorita Susan usted ya no está de vacaciones “welcome to
the joungle” --- Estoy convencida que
sea la ciudad que sea del globo terráqueo, la aventura del inmigrante común es siempre la misma. Pero
como mi experiencia es Barcelona, a la dichosa
ciudad le toca aguantar el chaparrón de críticas que haré de su “estupendísimo”
sistema burocrático que desune fronteras y motiva a los ciudadanos de unión
europea a sumarse al caos de ser un indocumentado.
Oficialmente no soy mamá, pero desde la llegada
de mi hermano menor como si lo fuera, ya
que vuelvo a vivir etapas burocráticas de legalización de status migratorio. Dicho
en cristiano, estoy ayudando a mi hermano a gestionar sus documentos en la
ciudad, entiéndase NIE y demás cositas, que dicho sea de paso como ciudadano de
la Comunidad Europea le corresponde por derecho. Se me olvida que el mundo
funciona al revés, quizá por haber perdido la callosidad en la piel que
desarrollé en Venezuela, por lo que me
tropiezo nuevamente con normas absurdas del bendito “pez que se muerde la
cola”, las mismas que van aprobando a cuenta gotas, eso sí, supeditadas a los
cambios hormonales de una mujer con SPM (Sindroma Pre-Menstrual).
Uno puede siempre elevar su capacidad de
asombro a niveles insospechados. La vida te sorprende y cuando crees que lo has
visto y escuchado todo, viene tu hermanito menor para darte esa cachetada de
realidad que tanta falta me hacía. Es confuso porque históricamente ambos
nacimos en un territorio que los “españoles” mismos colonizaron, pero a su vez
gozamos de las mieles de ser europeos gracias a la tozudez de mi padre de no
perder su nacionalidad. Visto desde el ángulo más positivo, ser indios
conquistados no es tan malo, digamos que es el momento de la reivindicación.
--- Venimos a limpiar sus pecados, a perdonarlos por las perlas que se llevaron
y decirles que no nos fue mal con los espejitos--- Pero… nadie quiere la
limpieza de su alma por estos lares, por el contrario la van embarrando
semestre a semestre, ley tras ley, norma sin sentido tras norma sin sentido,
dando paso a la migración ilegal que honestamente lo tiene más fácil de lo que
imaginan lo tenemos, en este caso específico, nosotros.
Yo tengo la impresión que este sistema migratorio está enojado,
viene con la regla, pero sobre todo esta trasnochado y con resaca. Se siente uno
como… un ladrón de espacio territorial o algo así, pero con permiso
solapado, es decir puedes estar pero no, el legendario: mira pero no toques.
Pero la ley es la ley, y uno que para ser pendejo no es la excepción, aquí
estamos en lo que yo espero sea un capitulo corto de este abreboca migratorio
hasta legalizar el status.